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REFLEXIÓN SOBRE VIOLENCIA ESCOLAR Y CRISIS DE AUTORIDAD

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Dos hechos recientes de violencia en escuelas evidenciaron un grave problema social.
Se mencionan episodios en Arroyito -un festejo que terminó en destrozos- y en Malvinas Argentinas -una familia que atacó a docentes con agua hirviendo frente a estudiantes-, señalando que la escuela vuelve a ser quien “paga los platos rotos”.

Micaela Gisbert, Licenciada en Educación y Comunicación Social, refiere que la problemática no se atribuye a “malos alumnos” o “malos padres”, sino a tres fenómenos simultáneos: desregulación, omisión de autoridad e individualismo exacerbado. Al combinarse, generan escenarios donde la violencia aparece sin límites claros.

Tanto chicos como adultos están saturados y desregulados.
Los estudiantes llegan agotados, con estrés, hiperestimulación y exigencias acumuladas; mientras que los adultos presentan impulsividad, cansancio y reacciones violentas, como reflejó el caso de Malvinas.

La escuela queda desbordada ante la ausencia de autoridad.
Se advierte que durante años se debilitó la figura adulta, relativizando normas y desautorizando al docente. Sin autoridad, la violencia gana espacio y la institución queda sola para contener situaciones que la exceden.

El individualismo profundiza la crisis comunitaria.
Se plantea que vivimos en una lógica del “primero lo mío”, donde el bien común queda relegado. En ese contexto, la escuela —una institución comunitaria por naturaleza— resulta la primera perjudicada.

La solución requiere reconstruir límites, rutinas y comunidad.
Hasta que no se repongan la autoridad, la presencia adulta y el sentido de lo colectivo, los conflictos seguirán explotando en la escuela y los más afectados continuarán siendo los niños.

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